lunes, 24 de mayo de 2021
Honor para la más grande: María del Rosario Espinoza
Hace apenas unos días, María del Rosario Espinoza fue eliminada por Briseida Acosta en tiempos extra y así, interrumpe los tres ciclos olímpicos consecutivos que tuvo la taekwandoín sinaloense como medallista. México ya tenía boleto para Tokio 2020 pero había que definir quién participaría. Un tributo a la atleta más destacada para México en la historia de Juegos Olímpicos.
“¡México! ¡México!”. En el podio María admiraba su medalla de oro, la acarició y contempló por ambas caras sonriendo. Tal vez no lo imaginó, tal vez sí. En Atenas 2004, cuatro años antes, cuando Iridia Salazar se colgó la medalla de bronce, María del Rosario Espinoza vio sus combates por televisión, desde casa. Se inspiró y comenzó a entrenar.
En Beijing, China, en 2008 Guillermo Pérez ganó medalla de oro en su categoría –inesperadamente para todos menos para él y su entrenador– se encontró con María en las tribunas del gimnasio olímpico. Ella era la vigente campeona del mundo, concentrada y serena, como si no fueran sus primeros Juegos Olímpicos, dueña de sí, segura, sin nervios; en la semifinal derrotó a la británica, con quien tenía cuentas pendientes. “Tú vas a ser campeón olímpico” le decía María a su dobok una noche antes, hablando consigo misma. Aquella medalla de Pérez fue un revulsivo más para María.
“¡México! ¡México! Fiu fiu fiu ¡México! ¡México!” Se escuchaba fuerte en las gradas del gimnasio de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Beijing. Del túnel de vestidores salió María del Rosario Espinoza con la mirada en alto y peto rojo acomodado; inmediatamente después, Nina Solheim, noruega, con peto azul hizo su aparición en el tatami. Era la final de Taekwondo de +67 kilogramos femenil de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
El 23 de agosto de 2008 comenzó sinuoso para el Taekwondo, antes de la pelea femenina por la gloria olímpica, un atleta cubano le pegó a un juez central; hubo otra polémica entre una competidora china y una británica. El ambiente en el gimnasio estaba tenso; minutos antes parecía que la mexicana enfrentaría a la competidora china, pero de último momento las regresaron. María estaba en lo suyo. Era un día que pintaba para marcar los libros de historia deportiva de México.
“Fight!”
Pasaron 10 segundos del primer asalto y apenas se encontraron con rodillazos tímidos, el juez la separó. María soltó una patada con la pierna izquierda que no alcanzó a su rival, la noruega respondió sin suerte. El referee les insistió que pelearan, ambas comenzaron cautelosas, “midiéndole el agua a los tamales” para no cometer ningún error. Otro latigazo de María que no entró de lleno en el peto azul.
“¡A la bio, a la bao, a la bimbombá! ¡México! ¡México! Rá, ra, rá!” retumbó el alarido de la gente en las gradas del gimnasio olímpico, y como si fuera un conjuro mágico, en cuanto terminó la porra azteca, la noruega lanzó una patada bandal chagi que la dejó descubierta… “¡Ah!” gritaron en coro. María esquivó y contraatacó rápidamente con un certero golpe al centro del peto. Se escuchó la campana, la taekwandoín mexicana consiguió su primer punto. “¡Oleé, olé, olé, oleé! ¡Mari! ¡Mari!” la algarabía era tricolor.
Terminó el primer episodio.
“¡Ay, ay, ay, ay, canta y no llores! Porque cantando se alegran, cielito lindo los corazones…” Cantaba la gente en las tribunas. María y Nina lanzaron patadas, gritaban y levantaban el dedo índice pidiendo el punto a los jueces, la pizarra seguía igual. El segundo periodo terminó sin muchas emociones más.
Comenzó el tercer episodio a tambor batiente. Los agridulces gritos de “¡Sí se puede! ¡Sí se puede!” eran el fondo musical del combate. Tún. En un parpadeo, ambas marcaron un punto con una patada. Era la locura en el gimnasio olímpico, la gente gritaba frenética, apenas se escuchaban las indicaciones del entrenador mexicano. Segundos después, la taekwandoín nórdica embistió a la azteca pero quedó descubierta, nuevamente un contragolpe de la sinaloense hizo sonar la campana. México 3, Noruega 1. El guión era inmejorable.
60 segundos para el final. María tiró una patada que se estrelló en el costado de su rival, se abrazaron; apretando la quijada, pidió tiempo fuera. Se lastimó. Dio un par de saltos en el tatami intentando liberar el dolor en el pie izquierdo. La gente en las grades inhaló profundamente y la animó nuevamente. 30 segundos. Misma fórmula: Nina se lanzó y María contragolpeó, era el 4-1 en favor de la mexicana. La noruega buscaba empatar, pero la mexicana se defendía dejando pasar el tiempo, que no parecía querer moverse. La mexicana salió del tatami, la penalización le costó un punto.
Sonó la chicharra y terminó el combate. Ambas se abrazaron sonrientes, Nina levantó la mano de su oponente ante el público que gritaba de júbilo. María no estaba consciente en ese momento de que hizo historia, era la segunda mujer mexicana en conseguir una medalla dorada en Juegos Olímpicos.
“¡Ay, ay, ay, ay, canta y no llores! Porque cantando se alegran, cielito lindo los corazones… ¡Ay, ay, ay, ay, canta y no llores! Porque cantando se alegran, cielito lindo los corazones…”. María dio la vuelta olímpica envuelta en una bandera de México antes los gritos, aplausos y lágrimas del público presente. Algarabía tricolor.
Ese fue el comienzo de la historia más exitosa de un atleta olímpico mexicano. Letras doradas: María del Rosario Espinoza. El sueño del dobok se pintó de oro. La taekwandoín sinaloense es hasta ahora, una de las exponentes olímpicas más importantes para el país, pues consiguió presea de oro en Beijing 2008, bronce en Londres 2012 y plata en Rio de Janeiro 2016.
En México la violencia de género está en su máximo estadístico histórico, el gobierno federal –inoperante– deliberadamente ignora a las mujeres y las trata como ciudadanas de segunda clase; en contraste, María del Rosario Espinoza se consagra como estandarte del deporte mexicano; una mujer dándole una patada a la idiosincrasia machista del país. Una muestra de que en habilidades se rompen géneros.
María hoy es el ejemplo de millones de niñas y niños que sueñan con alzar una medalla dorada a lo alto, o tal vez subirse a una patineta o en una de esas con escribir una novela… todo se puede, ya lo demostró la sinaloense, puro pundonor, humildad y orgullo. Qué la infancia la admire, la disfrute y busque emularla, cada uno desde su lugar de felicidad. Que nadie nunca se olvidé del 23 de agosto de 2008, porque ese día, comenzó la historia de la más grande atleta olímpica mexicana.
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