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domingo, 8 de marzo de 2020

Raquel Pérez, campeona de jiu jitsu: "Mi única patrocinadora es mi madre"


Viendo lo menuda que es Raquel Pérez, apenas 50 kilos y aspecto de nunca haber roto un plato, nadie diría que su afición es una cosa que va de «inmovilización, posiciones, sometimientos y luxaciones». Y no, no se trata de ninguna práctica extraña sino de jiu jitsu, un arte marcial. Pero en el fondo es que a ella siempre le fue la acción: «Hice judo seis años y hapkido durante otros cuatro. Me encantaba pelearme con mis amigos todo el día, nos tirábamos al suelo y nos agarrábamos, y entonces un día me puse a ver vídeos en internet y descubrí el jiu jitsu: era lo mismo que hacíamos mis amigos y yo en los parques». Total, que se puso a entrenar hace tres años en su Sevilla natal y, ahora, con 22 años camino de 23 se ha convertido en la número uno del ránking mundial de la Federación Internacional de jiu jitsu. Su historia acumula casualidades, desde aquellos videos que vio en internet hasta que un buen día abrieron un gimnasio donde enseñaban este arte marcial en la esquina de su calle, porque en Madrid no hay tantos sitios para aprender esto, pero en Sevilla menos aún. «Al principio mi madre se arrepintió y decía que tuviera cuidado, que no me peleara todo el día. Ahora es mi patrocinadora y no se pierde ni un combate». ¿Patrocinadora? «Sí, porque no tengo ningún tipo de ayuda. Cuando quedé dos veces campeona de España de jiu jitsu fui al Consejo Superior de Deportes para ver si podían darme la condición de deportista de alto rendimiento o algún tipo de ayuda, pero me explicaron que no era un deporte reconocido por el CSD, así que no podían darme nada». Y entonces aquello, lejos de desanimarla, le hizo conseguir esa condición de deportista de alto rendimiento por otra vía, con un deporte absolutamente desconocido: el grappling gi, tan anónimo que es preferible pedirle a ella que escriba el nombre en el cuaderno. Misteriosamente, este deporte sí que está reconocido porque se asocia a otra federación a su vez reconocida por el CSD. Pero en fin, esos son detalles burocráticos que no vienen al caso... «Como se en parecía en muchas cosas al jiu jitsu decidí presentarme al campeonato de España de grappling gi y quedé la tercera, así que ya pude pedir que me dieran la condición de deportista de alto rendimiento. Ya lo han hecho, aunque todavía estoy pendiente de que se publique en el BOE...». Una vez que aparezca, tampoco es que le vayan a llover las subvenciones ni que vaya a tener que dejar de pagarse todos sus gastos para competir pero al menos, podrá tener algunas facilidades en la universidad. Porque al final, no nos engañemos: ser la número uno del mundo no implica estar mejor posicionada para recibir ayudas si el deporte que practicas no está reconocido. Y tampoco es que esto sea barato: 100 euros por aquí para competir en cada campeonato, 60 por allá para la acreditación del cinturón, el gimnasio, los kimonos, los aviones a Londres, Lisboa o Roma, los hoteles... Sin la dedicación de su madre sería imposible que Raquel compitiese a nivel profesional. En el gimnasio aquel de Sevilla apenas pasó tres meses entrenando, porque después se vino a vivir a Madrid. En la capital está estudiando un doble grado de Ciencias Políticas y Derecho, a la vez que se saca un curso de ciberseguridad por la Universidad de Salamanca y ha comenzado a aprender árabe. Entre medias, saca tiempo para entrenar entre cuatro o cinco veces por semana en un gimnasio del barrio de Canillas, donde le enseña el maestro brasileño Mathias Ribeiro y donde, dice, todo el equipo es como una gran familia en la que se pegan a diario y a la vez se quieren. Podría Raquel haber tenido un camino mucho más fácil para ser la número uno en el ránking mundial: al ser un deporte más bien minoritario y haber poquísimas chicas, se ha encontrado bastantes veces con que podría haberse llevado la medalla de su categoría sin hacer nada, ya que no había ninguna otra competidora. ¿Y es eso posible? «Pues sí, si no hay nadie de tu peso con quien competir te declaran ganador automáticamente... pero a mí no me va eso, así que siempre pido que me pongan con alguna chica de más peso. A veces me he peleado con chicas de hasta 60 kilos», explica. Y así Raquel ha sido peso pluma, gallo, ligero, pero ha luchado en muchos otros niveles... De momento se mantiene en pluma, salvo que engorde unos cuantos kilos y sobrepase los 53,5 de esa categoría. Aunque sea desde hace unas pocas semanas la número uno del ránking mundial, esta joven todavía es consciente de que le queda un largo camino: «Ahora soy la número uno, sí, pero del nivel principiante. En el jiu jitsu los cinturones van mucho más despacio que en otras artes marciales, así que aunque llevo tres años todavía soy cinturón blanco. Con suerte, dentro de poco seré azul, y luego morado, marrón y negro finalmente».

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